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la bacteria dijo oh

foto: bacterias fosforescentes de la exposición dentro del proyecto
Symbiotic Bacterial Light Project

…y así nació el Bioarte.

Ustedes, sagaces homo sapiens, ya se habrán dado cuenta de que la Vida -así, con mayúscula, como tomada directamente de un poema alemán- hace tiempo que está de moda. Todo cuanto indague en los mecanismos vitales, desde la proyección ampliada de una bacteria o una secuencia genómica, hasta los yogures que transforman el ritmo intestinal de un ser vivo -ratas incluídas-, todo es objeto de nuestra curiosidad.

Cando los algunos humanos se ponen curiosos, lo hacen hasta el final.

Así que, junto al prefijo bio, que garantiza que la secuencia fonética que le sigue es de confianza, se exhibe la tan llevada y traída palabra arte.

El bioarte explora ese dominio cercenado: la ciencia. Si para los antiguos Arte, Ciencia y Religión eran versiones diferentes del mismo tipo de picor, los modernos estipularon que artes y ciencias eran géneros tan dispares que merecían clases separadas en bachillerato y frases del tipo: es que soy de letras para los que non atinaban con el 10% del precio de la chaqueta o bien es que soy de ciencias para los que no se conmovían con el canto del ruiseñor junto al manantial en el que la doncella lavaba sus rubios cabellos, desnuda y sin compromiso.

El bioarte pasa por encima de viejos planes de estudio y viejos traumas de científicos que querían ser violinistas y pintores que suspiraban por una camilla de quirófano. Una de sus variantes, el arte transgénico, nos deleita con Alba, la conejita fluorescente, basada en estudios sobre bioluminiscencia de las medusas. La creación obtuvo críticas como Es que la conejita no podía escoger -ser o no fluorescente; cualidad que, que se sepa, no afecta en absoluto a su vida diaria de festines de zanahorias y procreaciones infinitas demostrando series de Fibonacci-. En efecto, la conejita no podía escoger y fue vilmente manipulada para deleite de malvados bioartistas. Y un chihuahua? Y un pittbull? Y un peladillo? Y un bonsai? Y unas mechas azul galáctico? Todas esas cosas no estaban en el guión de la naturaleza e muchos son quienes, vilmente, se deleitan con ellas. Acaso el pelo pudo elegir no ser humildemente castaño? Y el peladillo que quería ser pera conferencia?O que me dicen del pittbull soñador, preparado psicológicamente para ser garrapata y no su víctima?

Son naturalezas manipuladas, si es que naturaleza y manipulación no tienen -como hombre y humus– una pizca de sinonimia. La naturaleza es manipuladora. Tampoco sabemos hasta dónde es capaz de llegar – si ha llegado hasta ti…- . El bioarte le pone la etiqueta de artificial a todas las pesquisas humanas en materia científica. Arte y artificial son palabras mellizas. Una bacteria es un lienzo redondo, más antiguo que el espejo de El matrimonio Arnolfini. El universo crea capillas sixtinas cada nanosegundo. Cada nanosegundo destruye capillas sixtinas.

Kac, uno de los pioneros del arte transgénico, asegura que lo digital ya ha concluido. Entre otras cosas, emplea su fabuloso tiempo sobre esta Tierra en fabricar biobots, una especie de anticyborgs: robots a los que incorpora organismos. Amebas, por ejemplo.

No sé si lo digital ha concluido- pensó ella, mientras tecleaba esta frase en su ordenador a la 1 de la madrugada, e tú la leías nosédónde nosécuándo a través de un código binario desencriptado-, porque todas las muertes anunciadas terminan por retrasarse, tal vez debido al fuerte influjo de una muerte anunciada sobre sus hipotéticos testigos -o agentes-. El bioarte explora, como supuestamente debe hacer eso que se llama arte y que tan manoseado, transgredido e originalizado está. Resulta complicado ser significativo en un mundo de contenidos mascados. Unir arte y ciencia en un mismo lecho nupcial no resulta nuevo sino, en cierto modo, pitagórico.

Para sus detractores, los experimentos bioartísticos entrañarían el peligro de responder a una tentación tecnológica pero no a un verdadero impulso artístico. Sus detractores son personas que saben perfilar con toda exactitud el arte en este planeta. Sus detractores son afortunados y comen bien.

Esperen un momento. Verdadero impulso artístico? Es posible distinguirlo en la invención de la fotografía? En la invención del arpa, de la pintura al óleo o del acabado satinado de mármol de Miguel Ángel? Por poner ejemplos del llamado arte con mayúsculas, del que nadie osa discrepar, puesto que se diría incrustado en nuestro código genético.

En nuestro cerebro de circuitos químicos el verdadero impulso artístico, no podría disfrazarse de impulso tecnológico para estimular una nueva conexión? No suceden esas cosas raras en la caja oscura del cráneo?

Miren, yo no poseo las respuestas que precisan. No sé qué hacen aquí, pudiendo estar al sol con un helado en una mano y un cubata en otra. No pretendo ponerles al día del arte más actual, lejos de mí quitarles el pan a los numerosos blogs de este mundo. No me interesa ser moderna porque supongo que, cada uno a su tiempo, todos lo somos.

Me engatusa la capacidad humana para autoinventarse. Imagino que la misma que la de la bacteria cuando se desdobla con un oh imperceptible a nuestros oídos e infinitesimalmente artístico en el micromundo de cristal sobre el que vive, bajo la atenta mirada de un estudiante que llegó tarde ayer noche.

Tenemos bio y tenemos arte. Cojamos una silla -no en las primeras filas, se ve peor- y esperemos y metabolicemos.

Banda sonora: el sonido de sus propias bacterias dentro de su digestión

Memoria para injertos futuros: desde hace unos días Y dice mamá

Objeto fetiche de hoy: zapatos rojos regalo de mi madre que me han hecho sangre

6 pensamientos en “la bacteria dijo oh

  1. Cuánta falta hace una nueva mirada sobre la vida y lo vivo superadora de la pura y dura objetivación. Aunque no deja de dar un poco de miedo, a priori, esta nueva simbiosis entre estos dos ámbitos, que -no sólo con los modernos, sino, de hecho, desde mucho antes- han permanecido estancos durante tanto tiempo. Para Heidegger se trataría de una alianza imposible sino contradictoria: la ciencia es hija directa de la metafísica que, de una forma u otra, secular o religiosamente, busca siempre lo permanente, a lo que le atribuye la propiedad de lo verdadero; para el arte, por el contrario, hijo directo de la poesía, lo verdadero es lo singular y efímero, lo particular y pasajero -lo cual se corresponde más con el status de lo humano-.

    Por eso, creo, tiene cierto sentido que aparezcan detractores suspicaces de la aplicación de la tecnología al bioarte, porque efectivamente ya se ha demostrado lo poco de fiar que puede ser el homo tecnicus respecto a la naturaleza. La esencia de la tecnología es la reproductibilidad permanente del objeto. La naturaleza manipula ciegamente, es cierto, pero, ¿legitima eso al hombre -que no es «simplemente» naturaleza- a hacerlo? ¿No hemos superado aún la «falacia naturalista»? ¿Del «es» se puede derivar el «debe ser»? Porque, claro, es muy mala publicidad para el bioarte empezar «produciendo» conejitos fosforescentes: seguimos en las mismas, separándonos del «objeto» para poder manipularlo a nuestro capricho.

    De lo que se trata es de «comprender» -para poder amar, por ejemplo- no de manipular -para poder dominar-. En el arte, en general, -hermenéutica de H.G. Gadamer- el sujeto es la obra de arte en sí -spiel, juego-, no el participante, el cual, precisamente, deja atrás esa condición, la de sujeto, para abrir su horizonte dejándose llevar por las reglas del puro juego, abandonándose a ser «lo otro». Es lo que se llama una verdad extrametódica, una verdad vital.

    Así que, en definitiva, explorar sí, pero mucho cuidado con no explicitar o con eludir elípticamente las condiciones mínimas de tan noble actividad aventurera, que exploradores ha habido muchos, pero muchos más «explorados».

    ¿No crees? (Perdón por la extensión y el rollo)

  2. Organisms created in the context of transgenic art can be taken home by the public to be grown in the backyard or raised as human companions (Eduardo Kac)

    ¿Human companions? ¿Más mascotas? Oh, oh…

  3. Bien, por fin encuentro un hueco [temporal] para colarme por él y responder.

    Comentario 1: «La esencia de la tecnología es la reproductibilidad permanente del objeto». Sí. Y la del arte en la era de la reproductibilidad técnica? Es antiguo hablar de esa mutación asombrosa del espacio y el tiempo que ha supuesto la tecnología digital, pero ahora el arte se bate en duelo con un viejo oponente: la fisicidad, y la fisicidad no ya tomada como cuerpo [el body art ya ha dado mucho de sí] sino tomada como unidad mínima de funcionamiento vital: como célula.

    El arte y las insidiosas células. Pequeñas, exactas como relojes, proclives a la inmortalidad en forma de tumores, células que son bacterias, células que son neuronas o que forman parte de un hueso. El homo tecnicus frente a la naturaleza es, sencillamente, curioso. Y la curiosidad es devastadora. Tanto como necesaria para asegurar el desarrollo mental de una especie y su salud mental. Quien no tiene curiosidad es un «pez muerto que sigue la corriente», como decía una pintada en la Escuela de Artes y Oficios de Coruña. Que esa curiosidad puede tener consecuencias nefastas? Sin duda. Pero, quién sabe de antemano que no será la salvación para muchas otras personas? Experimentos que buscaban otro objetivo dieron, por casualidad, con la solución a algún otro problema. Por serendipidad. O por pensamiento oblicuo. O quéseieu por qué.

    En cuanto a manipular para dominar: el hombre hace mucho que lo que quiere es, claramente, dominar la naturaleza. Ahora hay dos facciones: los que quieren dominarla arrasándola sin importar lo que vendrá y los que aspiran a manipular los desgarros cometidos, tratando de contener sus previsibles consecuencias fatales.

    Un tipo que enciende una cerilla inocentemente manipula la naturaleza. Una mujer que se peina. Un bebé que aprende a hablar. Manipulamos nuestra naturaleza para pensar esto que decimos. Y de ello, parece ser, nos honramos. Una abeja reina manipula a su colmena, pero eso es natural. Nosotros intentamos cambiar las bases sociales, el orden establecido, mutar para mejorar: hace tiempo que no aceptamos la naturaleza de las cosas.

    Las condiciones mínimas a la actividad aventurera? Sí. Supongo que el bioarte [del que no soy tampoco defensora a ultranza, no lo conozco en profundidad ni puedo colegir si será algo significativo para el ser humano o más pasto de bienales podridas] partirá del imperativo mínimo de tratar de ser «biológicos». Aunque, ahora que lo pienso, en la investigación biológica es donde más animales se sacrifican, casi más que en el antiguo testamento.

    Qué hacemos? Dejamos que las conejitas sean blancas y de playboy o las ponemos fluorescentes para nuestro regocijo de monos? Permitimos que torturen bacterias? Que maniaten amebas? Que pelen y monden ovejas y hagan de una tonta dos tontas?

    Y las plantas? Por qué coño no dicen nada? Les duele o no?

    El bioarte me parece ingenuamente peligroso. Tal vez sólo sea la moda del prefijo o tal vez logre hacer más estimulante la visita a un museo. En el mercado tiene que haber sección para todo.

    Comentario 2: Aún casi me parece más humillante lo de «to be grown in the backyard». En cualquier caso, la mayoria de razas caninas actuales son fruto de cruces, injertos, mezclas, orgías, bonsais y «a ver qué sale». desde la sufrida mula no hemos dejado de crear pequeños golems que nos suban la compra, nos rían las payasadas o nos den aire inteligente, interesante o sibarita…

    Human companions. Sí. Somos patéticos. 7.000 millones sobre la Tierra y nos sentimos siempre solos? Anda ya. Qué pesados somos!
    Parecemos cantautores en la soledad de su cuarto escribiendo con un moco en forma de lagrimilla «Tengo roto el corazón, me siento solo», sobre un cuaderno y sintiéndonos profundamente sentimentales.

    Necesitamos la rebelión de las máquinas ya

  4. a) El arte post-nihilista, según Nietzsche o Heidegger, tiene que ser esencialmente trágico. Es decir, tiene que recordarle al hombre -como así lo hacía el primer teatro trágico, que nació como transición a la vida cotidiana tras la hybris de la celebración de los misterios dionisíacos- cuál es su auténtica condición en esta tierra: ser una minúscula gota en la inconmensurabilidad del océano infinito -tal como hacía el coro en la primera tragedia ática, burlándose sin compasión del desdichado «héroe», siempre a merced de su destino-. Nietzsche abonimaba del teatro posterior que acabó degenerando en la comedia, en la que el protagonista, en forma creciente, adquiría preponderancia sobre el coro, enredándose cada vez más en su propia cháchara «ingeniosa» hasta el punto de acabar convirtiéndose en un charlatán y olvidar aquella condición trágica;
    b) se puede pensar que reducir el arte a esa única condición es un anacronismo, cuando no un retroceso arcaico. Sin embargo, yo creo que, para nosotros, esa idea tiene que funcionar como una especie de marco regulativo: no se trata, evidentemente, de volver a realizar tragedias griegas una y otra vez de aquí a la eternidad, no; sino de utilizar el arte como herramienta «humana» -tal vez, la más humana o la única humana que nos queda- para nuestra autocomprensión, para la comprensión de nuestra más genuina esencia: la nada -la falta de fundamento sólido de la existencia-;
    c) esto cobra mayor significación en el contexto del contraste que surge de comparar arte y ciencia, que, en mi post anterior, traté de poner de manifiesto. Por muy categórico que pueda parecer, para la filosofía ambas dimensiones son completamente antitéticas, aunque aparentemente existan zonas en las que se intersecan, como la de «creación». Su esencia es diferente en cuanto a la posición que en uno u otro ocupa el personaje principal de esta tramoya: el sujeto. Simplificadamente: en el arte NO hay separación con el objeto, no hay dualidad: el hombre está en el mundo, el mundo está en el hombre; en la ciencia sí la hay: hay que vender el alma al dios de la certeza, de la «objetividad», para obtener certidumbre -y abandonar todo referencia a lo subjetivo (las vivencias) como fuente fiable de conocimiento pues es «variable», «mutable», «caprichoso», etc.
    d) de ahí la confunsión del Bioarte: para mí el problema no es si manipulamos conejitos o no, o si de hecho lo manipulamos todo como organismos entrópicos que somos -que mantienen su orden interno a base de aumentar el desorden externo-; el problema está en que cuanto más adoptemos una posición de sujeto «contra» objeto más ahondamos en la dualidad y en la separación -en vez de en la unidad y en la integración- y así se explica el atomismo aislacionista consumista mascotil galopante que cargamos sobre las espaldas, o, lo que es lo mismo, la antaño célebre «alienación»: no me daba ninguna buena espina ese híbrido entre arte y eugenesia, y cuando leí lo de «human companions» se confirmaron plenamente mis suspicacias y la validez del diagnóstico heideggeriano. Estamos siempre solos porque para estar acompañado hay que sentir CON el otro: ¿con cuál de los dos paradigmas crees que se «realiza» la compañía: comprensión o dominio?
    e) en definitiva: una cosa es la ciencia, venerable en sus límites; otra, muy distinta, el arte. Ninguna tiene que ser necesariamente «mejor» que la otra, pero, eso sí, son distintas en su esencia y, tal como anda el patio, conviene no confundirlas, ni abonar el terreno para la ganancia de pescadores en río revuelto, que luego pasa lo que pasa y si te he visto no me acuerdo.

    (P.D.: las plantas no tienen sistema nervioso central, que es el centro neurálgico del dolor, así que… Deberíamos, sin embargo, aspirar a ser como ellas: autótrofas. Eso sí que sería un gran logro biotecnológico: conseguir que nuestras células epidérmicas lograran producir cloroplastos y, así, efectuar la fotosíntesis y dejar de andar por ahí todo el día depredando: con lo bien que nos iría para el cutis eliminar la combustión de oxígeno y los radicales libres locos!)

  5. Después de tu interesante comentario puedo contestarte de cada uno de los puntos-intentaré ser breve. Pfff, bueno, no, no lo intentaré, porque me sugiere demasiadas cosas-:

    a) A medida que leía me iba acordando más y más de Woody Allen: el ingenioso que se enreda en su cháchara. Sin embargo, algo ha logrado transmitir acerca de la tragedia del mundo. Y, más genialmente, Chaplin. La tragedia a palo seco es imposible de tragar. Wagner hay que escucharlo haciendo unas escapaditas en los interludios para leer El Jueves.

    b) el arte me parece un concepto tan llevado, traído y zarandeado que no sé si sirve para comprender al ser humano, para desconcertarlo o para robarle la pasta mientras babea mirando un Caravaggio

    c) lo del arte y la ciencia tan secantemente estancas supongo que ha sido útil en la filosofía, tal vez un presupuesto básico para tratarlas y abordarlas desde el punto de vista de la dualidad, que es un principio lógico extraordinariamente resolutivo. Así, arte y ciencia aparecen separadas en relación a la otra pareja en el ménage: sujeto-objeto. La ciencia supone un extrañamiento del mundo [sujeto vs objeto] y el arte un entrañamiento del mundo [sujeto+objeto], o algo así.
    Pero los dos ya hemos aprendido que la ciencia del siglo XX ha descubierto que el objeto no es fácilmente seccionable del sujeto que lo observa, y que hay una especie de pegamento que los une, como a una masa artística esperando con resignación por su Miguel Ángel que le dé forma.
    Y en cuanto al arte que une hombre y mundo… pues tampoco sé yo. Hay un desgarro en el arte desde sus orígenes: la idea de que el ser humano puede plasmar el mundo -en un papel, pared de piedra, disco grabable…- parte de la presuposición de que ha tenido que separarse -extrañarse- previamente de él. Otra cosa es que luego utilice esa capacidad de «plasmarlo» para intentar fundirse románticamente con la tempestad. Pero primero ha observado esa tempestad como a un objeto, y la ha tratado como a un objeto, y por eso se ha sentido solo y con ganas de recuperarla, capturarla, a través de la mímesis artística.

    d) no creo que el bioarte sea un híbrido entre arte y eugenesia. No juega a perfeccionar lo natural, sino a traerlo ante nuestros ojos aburridos de ver conejitos con un punch que nos revele la belleza artística que ya preexiste en lo científico. La ciencia ha alcanzado un estatus pseudorreligioso. Si antes nos obligaban a ver la belleza de cristos hipercúbicos, ahora intentan que admiremos la belleza de una bacteria o del método científico y su ars combinatoria.
    Comprensión o dominio? No creo que el bioarte aspire a hacer animales de compañía únicamente. Sería una estupidez. en cualquier caso, el artista que comprende el mundo, domina una técnica para mostrárnoslo. A veces, toda comprensión requiere algún t¡po de dominio. Sé que esto es un poco demagógico, porque depende de qué se domine. Está claro que, si no dominásemos ciertas cuestiones de la naturaleza, tú y yo no estaríamos hablando a través de este cacharro. En cualquier caso, lo de los companions que ha dicho Kac me parece un poco reduccionista y, tal vez, una manera brillante que se le ha ocurrido de venderles la moto a chavales que quieren otro tamagochi.

    e) el mundo tiende a la mezcla, y tal vez así logremos mantener nuestra entropía. Somos entes entrópicos? Por un momento leí psicotrópicos.

    PD/ Las plantas son, desde luego, admirables como ancianitas japonesas ensartando perlas en un collar de cloroplastos… pero las estrellas también se depredan unas a otras -sin voluntad de hacerlo, claro, o no?- . No me avergüenzo de pertenecer a una raza depredadora, que se oxida cada vez que respira y que es torturadora, egoísta y estúpida. La raza humana es así pero, mal que nos pese, en ella nacimos. A veces conviene tomar la suficiente distancia, como la que tomaría una autómata o una criatura mecánica, para ver a la especie desde lejos, desde un punto de vista inhumano, robótico. Somos unos cerdos mejorables pero, desde luego, lo sabemos y, en ocasiones, hasta ponemos una tirita. Desde luego que sí.

    Gracias por tus comentarios. Son muy estimulantes para nuestro sistema nervioso central. Por un momento, dejamos de hacer la fotosíntesis y depredamos.

    Así nos queda luego el cutis

  6. a) no me he explicado bien: arte trágico no significa escuchar a Wagner o a Mahler todo el santo día, sino, simplemente, no olvidar nunca el estatuto ontológico que le corresponde al hombre -al menos por el momento- como tal: la nada -la falta de fundamento-;
    b) traído o dejado de traer, llevado o dejado de llevar, la función del arte debe estar clara y no deberíamos permitir que se infravalore nunca su papel: en el arte el sujeto es la obra, no el actor, y eso es lo que le confiere la posibilidad de trascender sus propios limites comprensivos y llegar a ser «lo otro». Esta función regulativa no necesariamente tiene porque cumplirse en todas las obras, pero ello no es óbice para deslegitimarla, sino, más bien, todo lo contrario -del mismo modo que no porque haya individuos inmorales o amorales queda deslegitimada la idea de moralidad en sí-;
    c) la ciencia llama verdad a lo permanente: pero, ¿conoces algo permanente en el universo? El arte no «plasma», simplemente, el mundo: lo comprende a partir de la posición contingente del hombre en él -la tempestad es un objeto, sí, pero un objeto «vivencial» (para una madre, un hijo muriéndose de hambre, ¿es también un simple «objeto»?);
    d) el artista domina una técnica al servicio de un fin, el cual, como tal, sólo puede ser valorativo -subjetivo-; el científico domina una técnica sin finalidad, pues así se define, como axiológicamente neutral -objetiva-. Es decir, razón instrumental (adecuación medios-fines) vs. razón valorativa (determinación fines): ¿te parecen lo mismo? ¿no percibes diferencia alguna?
    e) la mezcla tiende al mundo, y así tal vez logremos mantener nuestra utopía;

    P.D.: las estrellas son ciegas debido a la intensidad de su luz. Cuidado con la luz, también produce sombras.

    Gracias a ti, coment-arista.

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